El vino


1
Si quiero cantar
mi vida, soltar
arengas,
antes o después
me habré de morder
la lengua…
Como se me da
bien lo de chupar
las ubres,
de niño mamé
la leche del mes
de octubre…

2
Mis padres, tal vez,
me hallaran cogien-
do uvas,
y no en una col,
que es cosa que no
se encuba…

Corre por mis ve-
nas (¡oh! -diréis-, ¡qué
nobleza!)
el dulce licor
destilado por
las cepas.

3
Siempre hay que guardar
reservas en la
despensa,
y, para la sed,
nada mejor que
las peras…
Las jugosas pe-
ras en forma de
garrafa,
repletas de la
sustancia que dan
las parras…

4
Tormento le dio
a Tántalo el dios
del Hades:
con agua no pu-
do refrescar su
gaznate…
La sed de agua es
atroz, pero, hay que
decirlo,
es mil veces más
horrorosa la
de vino…

5
Que llueva, ¡pardiez!,
buen tintorro del
que mancha…
Si ese caldo dan,
ya iré yo a ordeñar
las vacas…

Y si baja, ¡al fin!,
repleto de vi-
no el Sena,
por miles irán
las gentes a ahogar
sus penas…

Henri Cartier-Bresson,
Rue Mouffetard, Paris

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