Los patriotas


1
Si nuestros mutilados sienten un gran pesar,
no es por no perseguir a las muchachas, no, por Dios,
sino por no poder volver de nuevo a batallar.
El ramo de olivera no nos representa, ¡no!
2
Los tuertos, los cegatos, si lo llevan fatal,
no es por no disfrutar de buenas vistas, no, por Dios,
sino por no poder ver más la insignia nacional.
La llama del valor anida en nuestro corazón.
3
Y los sordos, si están mohínos, ¡ay, caray!,
no es por no oír la voz de las sirenas, no, por Dios,
sino por no escuchar, en el desfile militar,
los ecos del clarín, de la trompeta y del tambor.
4
Si tampoco los mudos son de buen conformar,
no es por no ir a pelar la pava a gusto, no, por Dios,
sino por no poder cantar el himno nacional.
La música marcial resuena en nuestro diapasón.
5
Si vemos a los mancos sufriendo hasta rabiar,
no es por no pellizcar hermosas nalgas, no, por Dios,
sino por no poder cuadrarse con gesto marcial.
No nos va saludar con un corte de mangas, ¡no!

Otto Dix, Lisiados de guerra

6
Y, si a nuestros tullidos los oyes rezongar,
no es por no frecuentar a pelanduscas, no, por Dios,
sino por no poder formar parte de una unidad.
Soñamos con la bayoneta, no con Asunción.
7
Si sufren los mermados de su virilidad,
no es por dejar de amar a sus mujeres, no, por Dios,
sino por no violar a algunas del bando rival.
El pichón de la paz nos lo servimos con arroz.
8
En cuanto a los difuntos, si penan no será
porque no puedan morirse de amores, no, por Dios,
sino por no poder volver a dejarse matar
en otra gesta que se rememore con honor.

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