Historia de un fraude 2


1
Alzándose en campo de azur,
la granja parecía ful,
y el falso techo del portal
era de paja artificial.
Un corredor de falso boj
llevaba a un pozo de plató
de cuyo fondo la verdad
no pudo nunca remontar.
2
Cuando la bella arrendataria,
vestida con la indumentaria
de una pastora de mentira,
a recibirme descendía,
palideció mi ramillete
entre fulgores de tapete
de aquel jardín con falsas flores
de vivísimos colores.
3
Por un tapiz de falsa hierba
la acompañé hasta la vivienda,
donde, sin humos ni ceniza,
brillaba un fuego que no ardía.
Una vistosa biblioteca,
en baldas de falsa madera,
guardaba otra mentira al menos:
libros comprados al peso.

4
Cuadros, tapices y armaduras
mostraban su dudosa hechura,
pecas pintadas en su tez,
las joyas del mismo jaez.
Uñas postizas en sus dedos
tocaban al piano remedos
de algún manido sonsonete
que entonaba con falsete.
5
A la luz de un velón-bombilla,
quitándose falsas puntillas,
me reprochó, disimulando,
que la empujara a un paso en falso.
Falso pudor, virgen dudosa,
falsos ardores, mentirosa,
angelical camelo
de un falaz séptimo cielo.
6
La única cosa algo sincera
en el haber de esta embustera,
contra la cual no se ha emitido
refutación o desmentido,
es que por ella me colé
y que muy caro lo pagué
cuando la infiel se enamoró
de un aristócrata impostor.

7
En la ocasión no fue Cupido
lo que se dice un buen amigo;
falso, perjuro y embustero,
igual que Venus, desde luego.
Pero también sería mentir
por omisión el no decir
que al menos me beneficié
de una hora entera de placer.

J. de la Cruz Cano, Labradora ibicenca


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